Barrio de Olazabal (Dima, Vizcaya)
En mis últimos posts he hablado de los bad boys[1], del hombre tradicional y de los nice guys[2]. Y puedo aseguraros que, para mí, los peores, de largo, ¡son estos últimos!
Porque, bajo esa fachada de no haber roto nunca un plato, ocultan sus verdaderas intenciones. Esto puede resultar bastante fastidioso si se dedican a orbitar —que lo harán— sobre tu pareja. Y la mala noticia es que tu chica no se sentirá molesta.
Y, más adelante, te voy a analizar por qué no la incomodan…
Ante de comenzar, tengamos en cuenta un dato muy relevante: las mujeres tienen decenas de opciones al día. Y sabrán dejar algunos «men in the background»[3]. Puede que este dato no resulte comprensible para muchos chicos, pero es así; ellas tienen aspirantes de los que echar mano cuando estén, generalmente, en alguna de estas situaciones: heridas con su pareja o solteras por largo tiempo. E, igualmente, cuando acabas de conocer a una moza —incluso aunque todo vaya genial y comencéis una relación— debes saber que preservará sus «orbitadores».
Es su naturaleza, la de necesitar siempre un clavo.
Pero, ¿sabes por qué para nosotros es tan extraño que las mujeres mantengan sus «opciones»?
Porque lo extraordinario es que el hombre —uséase nosotros; ¡sí, nosotros!— las tenga. A no ser que uno sea un «Leonardo di Caprio» de la vida (¡que cambia de novia cada vez que ella cumple un cuarto de siglo!). Pero ese tipo de hombres juega en otra liga, y serán ¡un 1% de la población mundial!
En resumidas cuentas, lo que quiero decir es que (casi) todas las mujeres, incluso las promedio (que son la inmensa mayoría) gozan continuamente de candidatos. Tienen naturalizado vivir en la abundancia, manteniendo reservas de nice guys que esperan su chance[4]. (Aunque, con la edad, estas van menguando). Así, a ellas, si están de morros contigo pueden elegir, hacen una llamada y comenzar, en ese mismo instante, una relación romántica con el «afortunado».
Y, reconozcámoslo, esto es impensable para los varones.
Pienso con chanza que, de estas desigualdades —de esta especie de «injusticia»—, ¡sapristi!, no verás quejarse a ninguna feminista. Aunque, hay que señalar que —quejarse— no debería hacerlo ningún hombre. Si alguno lo hiciera, le diría que dejara de «ser patético», que no sea mendrugo, que espabile, ¡vamos!, que mejore su masculinidad para ser una buena «oferta».
Porque, por mucha tontería que nos digan, el amor y el sexo también se rigen por la oferta y la demanda. Pero… de eso ya he escrito en anteriores posts.
Sigamos, pues, con el supuesto de que estás en una relación, ¿ok? Tu chica tiene su background. Algunos son ex, otros son enamorados de toda la vida, no sé, ¡lo que sea! Es algo que tiene ella y no tú. Puede que los ignore (o no), puede que tenga cualquier motivo estúpido para mantener el contacto. El hecho es que están ahí.
Y están con la artera excusa de que «¡quieren ser su amigo!». Y puede que también el tuyo.
Pero no nos engañemos. Hombres y mujeres pueden disfrutar de una relación cordial, pero nunca son amigos. Y esos «orbitadores» tampoco serán los tuyos.
¿Sabes lo que sí son? Son tus competidores.
Hagamos un símil txirrindulari. Aunque tú vayas escapado del pelotón, ¡no te confíes! Puedes pinchar una rueda, sufrir una pájara, o cualquier otra cosa y que te adelanten sin piedad. Y estamos hablando de un pelotón de ciclistas muy grande. ¡Enorme!
Voy a hacer un inciso aquí. Si tu chica mantiene a su alrededor un montón de «orbitadores», y su causa es por ser una yonqui de la atención o porque necesita nutrir su ego ¡a todas horas!, te voy a dar un consejo: «¡Vete! Da igual lo mucho que te guste. ¡Lárgate de ahí!». Creo que no hace falta que te lo explique, ¿verdad?
No obstante, si —a pesar de que ella no les da bola— esos berzotas continúan con la matraca; si ella no es capaz de bloquear su WhatsApp y sus redes sociales; voy a decirte cuál pienso que es la forma correcta de actuar.
Primero, no confrontes ni te encares —aunque te den ganas, que sé que te darán— con los «orbitadores». Sé que puede ser frustrante. Lo digo por experiencia. Pero no es una buena idea.
¿Por qué?
Porque quedarás como un celoso. Ella se enfadará porque fuiste groserillo con su «amiguito» que le da apoyo emocional, «que es tan dulce y la escucha tanto». Por si fuera poco, el nice guy te va a soltar la trola de que «sólo somos amigos». En definitiva, te vas a poner en “modo intensito”, cuando en estos casos lo mejor es ser racional y estoico.
Segundo, debes tener una charla con tu moza para dejar claro que esos no son sus amigos —algo que ella, en su intimidad, ¡ya sabe!— y que existen unos límites.
Unos límites que deben respetarse.
Aquí hay un fuerte punto de inflexión que marcará el éxito o el fracaso de vuestra relación. Ella, en verdad, no quiere perder a sus «amiguitos», sus reservas, sus potenciales «orbitadores»… por si el futuro contigo pinta en bastos. Así que intentará hacerte sentir que «eres un inseguro», o tratará de avergonzarte con el pretexto de que «eres un controlador».
Es posible, también, que le moleste «sentirse juzgada como si estuviera haciendo algo malo». Y es que en su mente no lo será, porque toda su vida ha sido así, con ¡opciones a raudales! Es por eso que lo mejor es aceptarlo y en dicha conversación hacerle entender, de manera suave, que «sabes que no son sus amigos». Y que —esto es lo esencial— ¡así deben ser considerados!
En conclusión, nosotros aceptaremos que las mujeres sigan teniendo pretendientes, pero, a la vez, exigiremos de nuestra pareja que hable con propiedad de sus nice guys y los llame por lo que son: unos pesados que esperan su ocasión. Porque el lenguaje tiene poder, y porque llamar a las cosas por su nombre ayuda, además de reforzar la relación.
Hace un tiempo ya, estuve con una nena de muy buen ver. Un día que fui a recogerla a su trabajo me encontré allí a uno de sus eternos pretendientes. Pude haber entrado y decir algo, pero no lo hice. Me fui a mis cosas, a otros derroteros, y esperé a que se largara con viento fresco.
Cuando me reuní con ella, mi moza se puso en “modo enojoso” porque no me uní a ellos.
—¿Por qué no has entrado? Es sólo un amigo que me ha ofrecido ayuda.
Resolví responder firme; pero, a la vez, en el mayor tono neutro que me fue posible.
—No es tu amigo. Igual que no lo soy yo, y nunca lo seré. Ese es alguien esperando su oportunidad.
Mi bombón se quedó pensativa por un segundo. Y reculó.
—Bueno, pero le dije que no… Que no hacía falta.
Obviamente, como ven, me respondió una de churras con merinas. Pero no me importó.
El mensaje estaba sellado.
¡Salud y pedales!
[1] Chicos malos.
[2] Chicos buenos.
[3] Hombres de reserva.
[4] Oportunidad.
*¿Te gustan los relatos verdes y gamberros? Échale un vistacillo a: LOS CREPÚSCULOS MUEREN A LO GRANDE,KRIPTONITA FEMINISTA,DOS FUGITIVOS de Ritxard Agirre,INSTINTO,«TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» (REMASTERED – 2023),MI MANERA DE AMARTE SIEMPRE
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